0 comentarios

"Diversidad en la Universidad"

0 comentarios

Testimonio 2: Clóset de Oscar

3 comentarios
Quizás mis padres nunca lo iban a saber, pero aquel domingo fue decisivo. Tenía 17 años y el destino había programado este evento. Mi padre estaba en la sala y me llamó, luego comenzaron a escucharse palabras entrecortadas y lamentos: ¿Desde cuándo?, ¿quieres seguir así?, ¿has tenido relaciones sexuales?, entre otras. Automáticamente me dispuse a negarlo todo hasta que la insistencia del inquisidor me desarticuló: Sí, desde siempre, pero con más ganas desde los quince. Mi padre, como era comprensible, buscó alguna solución: la religión. Me propuso asistir a una congregación religiosa, pero yo le dije: No dejemos el costal con otros, asumamos esta situación. En estos momentos dudé de la existencia de Dios y dije: Desde ahora soy ateo ya que desde hace algunos meses estoy dudando de su existencia. Mi padre me miró y estoy convencido de que aún no me comprende.
Lo qué más me impresionó de aquella conversación no fueron sus lágrimas ni el hecho que haya encontrado mis reveladores escritos debajo del colchón, sino que me propusiera ir a un prostíbulo para “comprobar” si me gustaba por atrás. Muy avergonzado le dije que no era necesario y de paso insistí que no había tenido relaciones sexuales, aunque en realidad mi “debut” fue en una habitación de mierda. La conversación fue corta y larga a la vez, ya que me preguntaba sobre temas tan personales que, casi, resumen mi vida en el clóset. Sí me insinuó si acaso miraba a los chicos en el baño y le dije: No pues ¿acaso soy un enfermo sexual?
Al final de la conversación decidimos que iba a frecuentar a una sicóloga para que me ayude a llevar este “estilo de vida” y lo hice en tres oportunidades.
Pero, ¿al fin y al cabo me aceptaron? Sí, sus palabras y el abrazo de mi padre me dijo lo que siempre quise escuchar: Lo sé y te apoyo. Aquel día, y como ningún otro, conocí el abrazo de un padre.
Después de esta conversación me di cuenta que recién realmente había “salido del clóset”. ¿De qué te sirve que todos tus amigos y amigas lo sepan si las personas que más quieres en la vida no lo saben? ¿Acaso no te sientes más seguro y a gusto cuando dices o representas tu homosexualidad desde el día en que tu familia lo sabe? El confort y la seguridad de expresar tu homosexualidad en los espacios público y privado luego de una experiencia familiar positiva te permiten salir del clóset cada día: con cada palabra, protesta, ademán y beso.

Todos Todos

2 comentarios
En la foto que hemos colocado en el post anterior solo dos somos de San Marcos, Oscar y Vero. Gonzalo es de la UNFV, Carlos es de la PUCP, Jorge es de la U Científica del Sur.
En nuestras reuniones sí somos mayoría de UNMSM, aunque también vienen Henry que es de la UNI y Fiorella de la UNFV. Muy pronto vendrán chicos de la U de Lima. Así que esto que empezó como una propuesta solo de San Marcos ha crecido tanto que nos sorprende y nos alegra.
Porque significa que son más los chic@s que quieren agruparse, que quieren conversar sobre sus problemáticas, que buscan lugares de encuentro entre pares, que quieren hacer activismo por su orientación sexual, que buscan transformaciones en su universidad y en su sociedad.
Y a todo esto solo decirles que siempre estaremos dispuestos a recibirlos y a conversar y planificar actividades con todas las universidades, con todos los universitarios.

Informe Anual TLGB 2008

0 comentarios
Versiones UNMSM estuvo presente en la presentación del Informe Anual sobre Derechos Humanos de personas Trans, Lesbianas, Gays y Bisexuales en el Perú 2008 que llevó a cabo la Red Peruana TLGB el viernes 8 de agosto.
Este informe fue realizado a través de un proceso que consistió primero en definir que querían reportar y cómo, para ello se basaron en los Principios de Yogyakarta (Indonesia). La metodología fue participativa y se realizaron talleres de recojo de experiencias, de validación de documentos y entrevistas. Sus límites fueron las escasas fuentes de información y subregistro y el limitado acceso a las experiencias regionales. Su fortaleza fue que todas y todos tienen algo que decir y que lo que dicen es importante.
Resaltaron que l@s trans y las lesbianas son las poblaciones más discriminadas, la primera por no contar con acceso a un DNI que refleje su identidad de género, la segunda por la misma condición de marginalidad social, cultural, civil y política de las mujeres.También reconocieron el aporte de algunos activistas como Manolo Forno, Aldo Araujo, Gissy Cedamanos, Belissa Andía, etc.

Testimonio 1: Clóset de Vero

8 comentarios
No creo que esto de salir del clóset sea, para mí, algo único, estable y decisivo. Salgo del clóset a veces una vez a la semana, otras una vez al mes. Algunas veces yo supongo que ya salí y me doy cuenta de que no, y entonces tengo que salir otra vez.
Pero esto de salir del clóset supone hacerlo frente a alguien que no tiene la menor necesidad de salir de un clóset y que se siente seguro, confiado y cómodo con su vida. Supone hacerlo con un antagonista, sexualmente hablando. Con alguien que está seguro de su sexualidad y de lo que es correcto y que se cree lo universal y natural, y venirle a desestabilizarle la vida con lo que uno le cuenta. Porque salir del clóset con desconocidos (y captar sus miradas morbosas), no es lo mismo que hacerlo con gente que conoces y te ama (y ver sus ojos cargados de sorpresa, pena, miedo, extrañeza, asco, repudio, dolor) y darte cuenta de que tu posición (imagen, actos, recuerdos) frente a ellos es tan vulnerable como el amor que sentían por ti.
Y uno, en esas situaciones, pone en juego su relación presente y futura con esa persona que uno supone que te ama. Y yo, por cobardía o comodidad casi nunca he puesto en juego mis relaciones, a no ser indirectamente, con ironías, bromas o mentiras. Cuando no me creen es cuando ya confirmo las cosas. Pero generalmente las persona que supongo que me quieren solo escuchan mis ironías, mis bromas o mis mentiras y no buscan profundizar más en el tema. No sospechan que en ellas exista una certeza tan grande que hasta a mí me da miedo de solo pensar que pueden profundizar en el asunto y yo me sienta vulnerable y débil otra vez frente a tratar con seriedad el susodicho tema.
Así que, como es obvio, no se lo he dicho a mi familia (pero creo que lo sospechan). Mi madre un día me lo mencionó cuando una ex amiga habló algunas cosas de mí (cosas obviamente muy lésbicas que me había visto hacer con otra amiga). Mi madre en el fondo no quería creerle (la conozco), y solo quería que yo confirme su idea. Por eso me llamó y me dijo: hija, si tú eres lo que eres yo igual te querré. No lo soy, mamá, le contesté, con mi cara roja y mi voz temblando. Gracias a Dios, dijo ella. Y yo no sé cómo pudo no darse cuenta de que mi rostro enrojecía y que mis ojos se llenaban de lágrimas. O si se dio cuenta, cómo no pudo abrazarme y decirme simplemente: ya lo sé, siempre lo he sabido, no tienes porqué avergonzarte de ello. Pero cambió de tema y no volvió a mirarme a los ojos.
Con mi hermana mayor fue más una cuestión teórica. Veíamos las noticias y salía alguna noticia sobre homosexuales y entonces yo me puse a explicar muchas cosas sobre el tema y estaba casi disertando como si no fuera mi tema, sino un tema cualquiera que no tuviera nada que ver conmigo. Y de pronto ella me dice: lo único que estás tratando de hacer es justificar la homosexualidad; y se para y se va a la cocina. Y lo dijo como queriendo decir: lo único que estás haciendo es tratar de justificarte. Y me cayó como un rayo. Y me sentí descubierta. Y supe que frente a mi hermana yo no puedo usar circunloquios ni eufemismos. Ella es directa en todo así que si algún día me desahuevo y se lo digo, tendrá que ser de esa forma: desahuevada y directa.
Con mi hermano menor fue diferente, con él me sacaron del clóset, aunque yo trataba siempre de decírselo, pero él me decía no digas locuras, hermana, o no bromees, o simplemente no me hacía caso cada vez que salía con mis típicas bromas sobre mi “rareza” o mis “extraños” gustos. Yo creo que mi hermano no puede aceptar que una hermana a la que admira y que es como su superhéroe personal por una serie de cosas, sea algo que él no entiende, así tenga muchas amiguitas lesbianas, porque las tiene, y yo las conozco y una de ellas una noche me vio en la discoteca. Se me acercó y yo no la reconocí, porque había dejado mi casa hace varios años y no sabía cómo habían crecido los niños del barrio. Me dice: tú eres la hermana de Augusto ¿no? La miro tratando de recordarla. Ajá, le digo. Me sonríe con una mirada pícara y añade: y estás aquí caleta nomás. Y yo no supe qué responderla y ella volvió a su grupo. Luego, cuando vuelvo a ver a mi hermano, le digo que me había cruzado con su amiga. Ah sí, me dice, sí me contó. ¿Y?, le pregunto. Nada, le dije que estabas haciendo tus investigaciones lingüísticas. Ah ya.
Con mi ex esposo fue raro. Según él se había enamorado de mí porque era extraña, rebelde y misteriosa. Cuando se lo dije pensó que era otra locura más, como volver a la universidad después de tanto tiempo o comprarme diez libros de Orlando de diferentes editoriales. Aún sigue sin creerme. Y aún sigue enamorado de mí (según él) y espera que retorne por el buen camino algún día.
Con mi hija (tiene 5 años) fue sencillo, le dije que ya no estaba con su papá, o sea, que no nos vería dándonos besitos ni nada por el estilo. Me preguntó el porqué. Le dije que el tiempo pasa y a veces las cosas ya no funcionan. Me preguntó si me iba a ir. Le dije que no, que me quedaba con ella. Me preguntó si me iba a casar con otro hombre. No, le dije, pero quizás con otra mujer. ¿Otra mujer? , me preguntó. Sí, le contesté. ¿Eso se puede? Si, mi amor, eso se puede. Yupiii, gritó de alegría, yo quiero casarme con Jossie.

Testimonios de parte

0 comentarios
Nosotros somos estudiantes de San Marcos. Algunos ya vamos a egresar, otros recién están empezando la vida universitaria. Como parte de nuestro activismo por la diversidad sexual hemos creído conveniente colocar parte de nuestras vidas en este blog.
Así como hacemos política de nuestra sexualidad, así como hacemos público algo muchos quisieran que sea privado, queremos compartir con ustedes nuestras historias, historias que forjaron en nosotros lo que somos y que forjarán lo que seremos, porque creemos necesario decir lo que sentimos, compartir experiencias, sacar de nosotros esos fantasmas que nos persiguen y quizás con eso lograr un mundo más habitable para muchos de nosotros que creen que nuestra vida es invivible.
Nuestras historias personales sirvieron de catarsis para nosotros y quizás sirvan para otros que están pasando lo mismo. No queremos aquí ser ejemplos de nada. Solo queremos compartir algo que todavía en nosotros está en un constante devenir, nuestras historias no están terminadas, es más, creemos que recién empiezan, falta escribir mucho de ellas. Hay aún mucho que decir.

“Los medios nos han convertido en monstruos”

0 comentarios
Entrevista Susel Paredes.
La abogada defensora de los derechos homosexuales y secretaria general del Partido Socialista sostiene que los últimos asesinatos en la farándula peruana han contribuido a consolidar la delirante fórmula ‘gay=loco, desenfrenado y promiscuo’.
La confesada lesbiana explica aquí las razones de su rabia, e invita a quienes todavía no han salido del clóset a hacerlo de una vez.
Por Ghiovani Hinojosa
– ¿Los crímenes de Alicia Delgado y Marco Antonio acentúan el estereotipo que tienen muchos peruanos de los homosexuales como personas pervertidas y desordenadas en su vida sexual?
– Estoy haciendo un seguimiento a la prensa “chicha” y he encontrado algunos titulares lapidarios sobre asesinatos por homofobia como “Macabro” y “Machona Maldita”. Los medios ahora están vendiendo un doble prejuicio: el gay como un promiscuo que busca tener sexo con todos los hombres que ve y las lesbianas como unas locas posesivas y apasionadas que no tienen reparos en matar. Pero nosotros tenemos la misma composición química que los heterosexuales: podemos ser tan alegres y fríos como ellos.
– El tratamiento informativo los ha estigmatizado.
– Claro, hay muchos gays que trabajan en diversos oficios y no andan coqueteando con desconocidos. Pero, ¿qué mejor para las oficinas comerciales de los medios que crear un monstruo, qué hay más atractivo y morboso que ofrecer seres desalmados? Con su cobertura, la televisión, los periódicos y la radio nos han convertido a los homosexuales en monstruos, en peligros para la sociedad. Y eso que habemos de todo: profesores, curas, banqueros, químicos, policías, militares, jardineros, en fin.
– Pero, ¿no crees que el comportamiento de algunos gays exitosos o adinerados que se rodean de menores a quienes tienen como amigos sexuales contribuye a esta percepción?
– Lo que describes también ocurre con los heterosexuales: miremos, por ejemplo, las acusaciones contra los curas pederastas en Estados Unidos, quienes han pagado millonarias indemnizaciones para que este tema sea silenciado. Por otro lado, la prostitución no es exclusiva de los homosexuales. Por favor, leamos los avisos clasificados de todos los diarios, incluso de los supuestamente serios: allí jovencitas heterosexuales ofrecen sus servicios de compañía. ¿Y acaso hablo de ellas como monstruas porque en sus avisos incluyen palabras como “chibolita” o “peladita”? ¿Por qué no tildamos de promiscuos con la misma fuerza a los hombres heterosexuales que “levantan” mujeres desconocidas en la calle y terminan en muchos casos “pepeados”? Generalizar es anticientífico, poco serio y absurdo.
– Esto revela nuestro machismo como sociedad.–Así es. Por ejemplo, los peruanos heterosexuales que no quieren casarse y tienen mil chicas son vistos como exitosos. Tienen el modelo de Hugh Hefner, el abuelito dueño de la revista Playboy, quien vive con seis mujeres cuarenta años menores que él en su casa. ¿Alguien dice que es un degenerado? No, lo ven como un empresario afortunado, lo aplauden y quieren ser como él. En cambio, un homosexual con muchas parejas sí es un promiscuo. ¿Por qué existe esta doble vara para medir la misma conducta? Salgan del clóset
– Estar encerrados dentro del clóset es un grave daño para nuestra salud mental. ¿Te imaginas vivir como un fugitivo todos los días; y si eres hombre, casarte y tener hijos para que crean que eres heterosexual? Vivir a escondidas propicia que las relaciones homosexuales sean clandestinas, por ejemplo que un gay casado vaya a una discoteca del Centro de Lima, conozca a un “flete” (joven dedicado a la prostitución) y se lo lleve a un hotel.
– Es decir, el sistema discriminatorio lleva a la promiscuidad homosexual.
– Conozco a un montón de profesoras lesbianas que no asumen públicamente su condición sexual por temor de que las boten del trabajo. Entonces, se inventan un novio o lo que sea. Esto las obliga a contratar los servicios sexuales de personas desconocidas que las ponen en situaciones de riesgo. No es que ellas sean promiscuas por naturaleza, sino que las condiciones sociales las obligan a serlo. Los gays y las lesbianas deben atreverse a salir del clóset, para impedir el chantaje de sus parejas ocasionales y para liberarse de la carga psicológica que implica hacerse invisibles.
– En la práctica, parece que resulta muy difícil hacerlo luego de haberse callado mucho tiempo.
– Alicia Delgado, por ejemplo, mantenía un discurso esquizofrénico: negaba que era lesbiana y, al mismo tiempo, actuaba como la mujer de Abencia Meza. Ambas se bañaban juntas de la mano, intercambiaban regalos y vivían en la misma casa.
– ¿Qué consecuencias trajo esta autorrepresión?
– Si Alicia hubiera asumido abiertamente su lesbianismo, su vida posiblemente hubiera sido más satisfactoria. No en lo económico, sino en lo emocional. Un homosexual que oculta su condición todos los días frente a los medios se enferma. El día que yo le dije a mi familia que era lesbiana, mi vida dio un giro de 360 grados. No hay nada más saludable que vivir con la verdad.
– Y que la sociedad te reconozca.
– La mayoría de gays y lesbianas está inmersa en un círculo vicioso porque piensa así: no decimos que somos homosexuales porque tenemos miedo de que nos discriminen. Entonces, nadie sabe quiénes, cuántos y cómo somos. Por eso es muy importante que todos salgamos del clóset, para que la sociedad se dé cuenta de que la imagen de monstruos que nos han creado los medios es falsa. Ya en otros países del primer mundo los homosexuales han empezado a mostrarse públicamente. Y esto es muy bueno porque el ciudadano común advierte que no todos los gays son peluqueros, que también hay científicos, artistas, ingenieros, médicos, en fin. En el Perú, es ejemplar el caso de Óscar Ugarteche, un economista que es profesor principal de la Universidad Autónoma de México y que, en vez de escribir sobre peinados y colores, habla con agudeza del comercio internacional.
Te mato porque no vales
– La sociedad nos ha estigmatizado al punto de creer que no valemos como personas. Entonces, nos pueden hacer lo que quieran. La lógica perversa es: si los gays y las lesbianas somos peligrosos, promiscuos y desordenados, ¿qué daño recibe la sociedad si desaparecemos? Ninguno, más bien se libera de nosotros. Los prejuicios justifican el comportamiento de los agresores, ellos dicen: “yo no estoy matando a un padre de familia honorable, estoy desapareciendo a un maricón”.
– ¿El gobierno peruano se ha preocupado por proteger realmente a los ciudadanos homosexuales?
– Un solo dato revela su nula voluntad: somos el único país americano que en diciembre del año pasado no firmó una declaración conjunta de las Naciones Unidas que recomendaba despenalizar las relaciones gays y lésbicas. Tampoco formamos parte de la Convención Iberoamericana de Derechos de los Jóvenes, que ordena respetar la orientación sexual de los menores. Y a nivel nacional necesitamos crear una ley que sancione los crímenes de odio, tanto por opción sexual como por raza, como existe en Brasil. Pero no todo es reforma jurídica: paralelamente, debemos educarnos en la idea de que toda persona merece respeto por el solo hecho de serlo.

El miedo al maricón

0 comentarios
Por Rocío Silva Santisteban
En un video de apenas un minuto, la filósofa Judith Butler se pregunta por qué el movimiento cadencioso de caderas de un muchacho “femenino” pudo ser tan altamente agresivo para su grupo de pares, que terminó asesinado por ellos. Asesinado por odio. Los chicos de su mismo barrio en Estados Unidos no lo soportaban. “¿Cómo se puede matar a una persona solo por la manera de caminar?” se pregunta, y agrega: “¿por qué alguien que camina así es tan abyecto para sus compañeros y amigos de toda la vida? Ellos tenían que erradicar la sola posibilidad de que esa persona pueda volver a caminar de esa manera. Lo que hacen es mostrar pánico, una ansiedad extrema, por proteger las normas de masculinidad. Es un acto que dice: “o cumples con las normas de ser hombre, o mueres”. En apenas un minuto Butler magistralmente pone sobre la mesa la cuestión: el odio al maricón por el pánico a ser como él.
“Macabro” fue el titular de un periódico tabloide que anunció la muerte de Marco Antonio Gallego. Obviamente un juego con una de las palabras –cabro– que se usan para designar la abyección de ser otro al margen de la heterosexualidad normativa protegida por las leyes. La gran “argucia” del titulero del diario fue usar una palabra común en este tipo de crímenes pero con un doble sentido de connotación sólo para nacionales y conocedores de la jerga: un guiño perverso a la mayoría de los que parados leemos los titulares en un kiosco.
Maricón, marica, cabro, broca, cabrito, brócoli, chivo, rosquete, bollo, chimbombo, ñoco, gatorade, mostacero, vochi y toda una retahíla de sustantivos que designan el espacio de la homosexualidad masculina –para la femenina también hay una letanía– como algo que debe de quedar fuera de la propia masculinidad. ¿Por qué? Es precisamente este elemento lo que debe de estar forcluido de lo masculino para que lo masculino tenga sentido como tal, aquello que se excluye de arranque en la performatividad de la masculinidad con el objetivo de organizar sus límites: lo que está afuera, lo que definitivamente no debe actuarse, ni hacerse, ni permitirse pero sí saberse, porque es preciso marcar con una tiza roja los límites de lo abyecto. Para que un “hombre sea hombre” en un mundo machista lo que debe de primar es la constitución de una esencia masculinidad que pasa por ser el penetrador, no el penetrado; por ser el castigador, no el castigado; por ser el activo, no el pasivo. Por eso, extrañamente, en este mundo de machos y machinarios los hombres “recontra hombres” también pueden “tirarse a un cabro” siempre y cuando mantengan su papel activo. Lo temible es la perforación, la feminidad en el cuerpo del varón, la penetración en suma.
El pánico a la penetración es el juego de rol que más se ejercita en la constitución de la masculinidad en el Perú. Un testimonio recogido por uno de mis alumnos de un flete de la Plaza San Martín que asumía con gran desparpajo su “oficio”, nunca admitió en su historia que él no fuera siempre el activo. Tenía enamorada y la celaba. Y sus vínculos sexuales siempre los narraba haciendo gala de su miembro, aunque para ganarse el pan vendiera sus servicios a 35 soles. En todo momento se configuró como un bisexual activo. La palabra activo la repetía en el testimonio todas las veces que fuera necesaria. En el fondo no quería dejar de ser macho.
Por eso mismo lo corrosivo de las primeras planas que se ceban en los detalles de la relación entre el peluquero y su anfitrión lo que designan, en el fondo, es un sentimiento de asco. El asco que salva a los lectores de su propia caída. El asco que otorga al titulero la laxitud de sus demonios. Todo para darle un marco adecuado al espectáculo de la homofobia: el asco al maricón es la teoría, el asesinato a mansalva una de sus perversas prácticas.

Peligrosos chicos de alquiler

0 comentarios
Autor: Esther Vargas (15 jul 2009)
Un amigo muy cercano vivió el susto de su vida hace algunos años. En una conocida discoteca gay se topó con un chico especialmente bello. Yo estaba con él, y es cierto, el chico –casi un adolescente–, de 18 años y con DNI en la billetera, era demasiado perfecto. “Es un ángel”, me dijo H anonadado.
Pero el ángel tenía precio. H tenía 40 años en esa época, estaba harto de buscar pareja y se sentía viejo y gordo. Talentosísimo profesionalmente, pero derrotado en el amor. La víctima perfecta.
Durante varias semanas, H y el desconocido ángel parecían felices, hasta que un día H me contó que estaba lleno de deudas, atrapado en préstamos y más solo que nunca. Pero eso no fue lo peor.
No hay que ser gay para pagar por sexo. Pero, sin duda, hay una oferta increíble de chicos cara de ángel que están dispuestos a acariciar la soledad y la vanidad de maduritos homosexuales en el Perú. Algunos te venden la noche a 100 dólares y otros se alquilan durante varios días, a veces meses. A cambio, reciben generosas propinas, ropa, viajes y regalos.
PERFIL DEL CHICO DE ALQUILER
Atractivo.
Entre 17 y 20 años.
Estudiante de instituto o universidad particular.
Se considera heterosexual pero, en la práctica, es bisexual.
Pertenece a una familia clase media bastante asfixiada económicamente, pero se resigna a aceptar su situación o a trabajar para revertirla.
Gusta vestir ropa de marca.
No teme contagiarse de una Infección de Transmisión Sexual (ITS).
Lleva condón, pero puede prescindir de él con uno o más amantes.
Es engreído, caprichoso, voluble y amoroso.
PERFIL DEL CLIENTE/AMANTEGay (público o de clóset) o con una doble vida (tiene esposa e hijos).
Inestable, víctima de afecto, abrumado con su soledad, dadivoso.
De buen nivel socioeconómico.
Vive solo o tiene un departamento de 'soltero’.
Frecuenta discotecas de 'ambiente’.
Edad: 35 a 50 años.
Se siente poco atractivo, por lo que no tiene problemas en pagar por sexo.
El escenario puede ser una discoteca o un bar de Lima, exclusivo, de 'ambiente’, pero con una creciente presencia de gente heterosexual, 'open mind’, hombres y mujeres capaces de compartir el espacio con gays y lesbianas, en armonía, como que nadie sobra. El Downtown es un ejemplo.
Cada noche hay más heterosexuales compartiendo la pista con los homosexuales, lo que parece una inédita apertura en tiempos en los que se habla de ataques homofóbicos y de discriminación latente.
Entre cuerpos sudosos y rostros que apenas distingues hay un ángel, o muchos ángeles, chicos de apariencia muy frágil que a veces van acompañados de una chica o de un grupo de amigos. Los miras y difícilmente podrías saber si son gay o acaso solo te miran porque eres diferente, porque al abrir tu billetera muestras tu dinero o exhibes tus tarjetas. O quizás crees, inocentemente, que te contemplan porque eres un tipo interesante, a pesar de estar en base 4.
Luego, el chico se te acerca, ya no están sus amigos y tampoco la muchacha muy sexy que equivocadamente pensaste que era su novia. Le pagas un trago que, por lo general, no es cerveza. Un whisky, un vodka con naranja, un coctel de colores en esas copas de boca ancha. Te pide que enciendas su cigarro, bailas, él se te acerca, con su nariz te hace cosquillas en el cuello, te pide permiso para seguir a tu lado y, en algún momento, se besan y abrazan, sientes su sexo firme muy cerca del tuyo.
Te lo llevas a tu departamento o a un hotel. Exhausto, pero inflamado de deseo, te preguntas si ese chico es un comprimido de vitaminas, una pastilla de Viagra. Al amanecer, él te contará su historia: estudia, pero no le alcanza; sus padres no pueden pagarle la carrera, y él, tan buen alumno, se las arregla como sea. No te lo ha dicho directamente, pero el 'como sea’ tiene que ver con ese encuentro. Pagas. Él te dice gracias y te pide que se vuelvan a ver.
La próxima vez llega pronto. Pagar es parte del trato tácito. Él y tú pasan cada vez más tiempo juntos, a veces te preguntas si realmente estudia, jamás lo irás a recoger a la universidad, pero sí a su casa o a unas cuadras de esta. Te pide dinero para ropa, resulta que sus amigos visten bien, y él, en una universidad particular, se siente todo 'chusco’ y 'pobretón’. Sigues gastando. El sexo es buenísimo. Un chico siempre dispuesto, que accede a tus pedidos y parece incansable, que a veces se deja sin condón, que penetra y a veces –solo a veces– se deja penetrar, o al revés. Los hay activos y pasivos, nunca sabes qué te tocará, pero estás contento con esta aventura. Es tu niño, tu bebé, tu príncipe… Hasta que un día lo encuentras con su novia o te das cuenta de que un amante mayor que tú y con más dinero te lo está robando. Te marchas o quizás ruegas. Te rechaza. Y eso es lo mejor que te puede pasar, aunque en ese momento te sientas el ser más triste de la tierra.
Lo más peligroso es cuando él, pese a sus aventuras nuevas, te quiere tener y te advierte que no podrás dejarlo porque está dispuesto a todo. Lo más suave podría ser que te pida más y más dinero, y tú, muerto de amor, te veas obligado a seguir 'invirtiendo’ en un negocio quebrado. Lo más dramático que puede ocurrir es que se le ocurra chantajearte. Resulta que tú eres casado, o que en tu trabajo no saben de tu orientación sexual, o que tu mamá cree que eres solterón, pero no gay. El chantaje, la amenaza, la extorsión… Pagas una vez más, pero tu vida es un infierno. Tu teléfono suena, te obliga a verlo, te amenaza con pararse en la puerta de tu casa y contarlo todo. Hasta que un día te atreves a golpearlo y lo dejas medio muerto. Posiblemente, él desaparecerá. Respirarás aliviado y te prometerás no ceder ante desconocidos. Nunca más.
Lo más trágico que podría pasar es que sus amigos y él te busquen para cobrarse la golpiza, como le pasó a mi amigo H cuando intentó librarse de su ángel amenazador. Los padres de H no sabían nada, y allí fue donde atacó el ángel devastador. Por suerte, H sobrevivió para contar su historia luego de seis meses de recuperación y un mes en coma. “Fue un asalto, mamá”, dijo H, aterrado, al despertar en la cama de una clínica.Pero no todo es tan trágico o, mejor dicho, no todo siempre es tan trágico. Hay ángeles que, al sentirse sobreprotegidos y queridos, acaban por enamorarse. Son las excepciones. De pronto, un día, dejaron de cobrarte por sus besos. –¿Y dónde están esos?– me pregunta un conocido gay, consternado por la suerte de Marco Antonio. En alguna parte, entre el cielo y el infierno. ¿Te atreves a encontrarlo?

Nadie merece morir así

0 comentarios
Autor: Beto Ortiz (12 jul 2009)
Cuando, en abril del año pasado, lo entrevisté en la misma célebre peluquería de San Borja en que hoy velan su cuerpo y lo lloran sin consuelo, Marco Antonio me confesó que –aunque no los necesitaba– siempre usaba anteojos porque nunca le había gustado su cara. No se sentía especialmente bendecido por esa diosa esquiva y cruel a la que, sin embargo, había dedicado todos los esfuerzos de su vida: la belleza.
“Mis ojos son demasiado pequeños –me dijo– y cuando estoy sin lentes me veo una cara como de cuy, me siento feo”. Lo vi en persona por primera vez en 1999, cuando hacíamos juntos un programita llamado Para Todos en Canal A y creo que quienes lo conocemos desde años atrás, podemos dar fe de que Marco Antonio Gallego era una tromba de agosto, una máquina de trabajar, un avión a chorro, una fuerza de la naturaleza, uno de los tipos con más hambre de éxito y de fama que yo he conocido.
No fuimos grandes amigos pero conversamos muchas veces y guardo la impresión de que, para él, lograr la innegable fortuna y notoriedad que logró fue su personal manera de volverse glamoroso, de vengarse de todos los que, alguna vez, lo habían mirado por sobre el hombro, de dejar de ser feíto para siempre. No he olvidado que, a mi regreso del exilio, él fue uno de los primeros en llamarme para ofrecerme chamba en Belleza y estilo, la revista que él soñaba convertida en nuestro Vanity Fair.
Ni bien entré en su local de Camino Real me quedé de una sola pieza al toparme con aquellos gigantescos budas tailandeses. ¿Cómo había hecho para procurarse el lujo asiático, espectacular de aquel salón, el mismo esforzado estilista al que yo recordaba haber acompañado en la franciscana celebración de su santo, brindando con Tampico en su depita de Lince apenas cinco años atrás?
Marco Antonio siempre se esmeró en mostrarse rodeado de mucha gente. Cuando venía invitado al programa, nunca venía solo, lo acompañaba un permanente séquito de apolíneos mancebos, una especie de pequeña e intercambiable corte de tres o cuatro chicos más o menos buen-mozones y agarrados. Era, claro, una manera de adornarse, un sello característico, un vanidoso guiño que le garantizaba un aura de poder o, por lo menos, de cachet: rodearse de algunos de los más fotogénicos y vistosos cueritos del medio, del mismo modo en que ciertos afamados latin lovers locales, (como Javier Meneses, por ponerles un ejemplo al azar), se dejan ver siempre asediados por sus incondicionales y siempre apetecibles dalinas, (que en el caso de Marco Antonio eran, por supuesto, pundonorosos gólmodis).
Uno de los miembros permanentes de este staff era Paul Luna, un cañetano-pobre-pero-pintón que, a pesar de lo primero –o quizá gracias a lo segundo– se daba el gustito de estudiar en la fichona UPC. Marco Antonio siempre fue pródigo y hasta regalón en exceso con sus muchachos eventuales. Los deslumbraba con regalos costosos, (una buena casaca Kenneth Cole o unos lentes de sol Dolce & Gabanna), con viajecitos all inclusive a exóticos destinos, o con “apoyos económicos” –colabórame, varón– que permitían a estos chicos acceder a niveles de vida a los que no habrían logrado siquiera asomar la nariz ni en sus más afiebradas fantasías, si no fuera por la suerte de habérselo cruzado en el camino.
Nada puede lucir más prometedor para quienes desesperadamente buscan (buscábamos) esta clase de amores al paso, para quienes tienen (creíamos tener) una billetera gorda que el supercombo belleza/pobreza, ¿no es verdad?, la combinación perfecta. Sonará cínico y crudo pero así ha sido siempre y no solamente en el mundo gay, tampoco se me hagan los del calzoncillo inmaculado que no estoy descubriendo nada, me parece.
La noche del viernes, la periodista Milagros Leiva me contaba al teléfono lo mucho que la había ayudado Marco Antonio a sacar adelante la revista Eva, con esa misma desmesurada, casi irracional generosidad con que siempre trató a todos los que lo rodearon. Ser tan, pero tan desbordadamente generoso delata –creo– una espantosa hambruna de afecto. Y una autoestima paupérrima, también. Alguien que intenta “comprarte” con obsequios ostentosos o excesivos, en realidad, te está diciendo: “No importa si no me quieres por lo que soy, pero aunque sea quiéreme por lo que te doy”.
Tampoco hay que ser muy psicólogo para saberlo pero, en fin, esa ya es otra tristeza. También me contaba la amiga Leiva que, días atrás, durante la sesión de fotos de portada con Katia Condos, un orgulloso Marco Antonio les había presentado al llamativo cañetano como su “último descubrimiento”, (frase esta que, en el ambiente, significa, claro, “nuevo talento” o, lo que es lo mismo: “nuevo amante”) y que, pese a que el jovencísimo escort en cuestión se había mostrado muy afanoso y solícito con él, lo cierto es que no había logrado del todo causar una buena impresión. Tal vez porque se le notaba el letrerito de vividor es que el mozalbete les dio muy mala espina a todos los presentes.
Milagros no sabe decirme muy bien por qué pero ella sospecha que este Paul Luna puede tener algo que ver con el horrendo asesinato. Y pese a que para la Policía es sospechoso, la verdad es que yo dudo que se trate de un crimen pasional. No lo conozco pero conozco a muchos como el tal Paul y veo bastante improbable que uno de estos típicos estudiantes-misios-mantenidos-por-amantes-homosexuales sea el autor del crimen. Creo que el paralelo que se quiere establecer con el caso de Alicia Delgado no cabe en absoluto.
Y la razón es sencilla: Marco Antonio no tenía pareja ni nada que remotamente se le pareciera. Estaba solo. Tan solo como solo puede estar un hombre que se pasa la vida enfrascado en la más absurda de todas las búsquedas: la de esperar que otro hombre –no un maricón, ojo, sino un hombre– se enamore algún día de él. Permítanme ser vuestro anfitrión en la extraña lógica (nacional) del “amor” entre varones. Por sus muy particulares características –la fama, entre ellas– Marco Antonio, (como yo o como cualquier otro gay o bisexual públicamente fuera del clóset) tendía a ser visto siempre por la muchachada como “un punto”, es decir, como alguien a quien hay que sacarle plata, un cajero automático con patas, vamos, una gallinita de los huevos de oro pero la premisa sobre la que este público objetivo se basa es tan falsa como idiota.
Según ella, los gays, todos sin excepción, son animales sexualmente insaciables que viven permanentemente en angustioso celo y, en consecuencia, estarán dispuestos a pecharte para siempre, o sea: a pagártelo todo, a bajar la luna del cielo a tus pies con tal de que tú te bajes el cierre, aunque sea un ratito, no seas malito. Y encima (porque allí no acaba la cosa), una vez que te hayas bajado la cremallera, el cabro se enamorará tan perdida e irremediablemente de tu berrinchudo pirulino que ni siquiera te hará falta una AFP, porque estarás asegurado tú y tu familia por el resto de tus días.
Tenemos problemas, Houston; así no es. Lo que pasa es que todos estos donceles montaraces, en la tranquilizadora película que se pasan en sus aturdidas cabecitas, no son bisexuales, no. Tampoco homosexuales, menos. Con la coartada de “lo hago por mis estudios, pero no me gusta”, tales especímenes asumen su ventolera como si fuese un pasajero sarampión y se acuestan felices con hombres, por lo menos, una vez por semana durante años y años de rendimiento físico y bonanza financiera pero, eso sí, se alucinan normalitos, heterosexuales, machitos que se respetan. Varón que fornica varón es dos veces varón –decía Jean Genet. En sus cerebritos, insisto, el placer de su compañía, vale decir, sus sobrevaluadas pichulitas cuestan millones. Pero el que pide al cielo y pide poco, es un loco, ¿no es cierto? Y lo que comienza como una propinita inofensiva puede convertirse fácilmente en págame o te mato, cabro maldito. Y ay de aquel que se niegue o quiera guerrear.
La investigación policial nos dirá cuál de todas las especulaciones que ya circulan por todo Lima está más cerca de la verdad: ajuste de cuentas, extorsión, lavado de dinero, simple homofobia o lo que fuere. No pretendo aquí resolver el enigma de su muerte lacerante y brutal aunque me entristezca tanto como el hondo misterio que fue su vida. Nadie puede ponerse en su lugar porque nadie sabe lo espantosamente solo que estaba con su fama. Nadie conoce el horror de morir de la manera en que ha muerto el generoso, el encantador, el tan querido Marco Antonio.

Congreso no aprobó el tratado de Convención Iberoamericana de Derechos de Jóvenes

0 comentarios
El punto en discordia fue que con este tratado se permitiría el matrimonio entre homosexuales (29 nov. 2007)
En medio de un amplio debate, el Pleno del Congreso rechazó este jueves la aprobación del tratado de la Convención Iberoamericana de Derecho de los Jóvenes, y encargó a las comisiones legislativas de Relaciones Exteriores y de la Mujer estudiar las resoluciones comprendidas en este mecanismo legal.
La posibilidad de que se permita el matrimonio homosexual entre jóvenes, de acuerdo al tratado, contraviene a la Constitución Política del Estado, según se expresó en el Legislativo.
El citado tratado, firmado en el 2005 en España, establece una serie de principios en favor de los jóvenes iberoamericanos. De acuerdo al artículo 5 del mismo, la Convención reconoce los derechos y libertades de los jóvenes respecto a su orientación sexual, raza, origen nacional, religión, entre otros aspectos. Esto originó un debate en el hemiciclo respecto a que este tratado permitiría el matrimonio entre homosexuales, figura legal que no está establecida ni en la Constitución Política ni en el Código Civil del Perú. En ambas leyes, se establece que el matrimonio en nuestro país es entre un varón y una mujer, es decir, heterosexual.
Por el momento, y con la venia de 57 parlamentarios que votaron a favor, esta norma internacional volverá a ser revisada en las comisiones de Relaciones Exteriores y de la Mujer, donde ya ha sido analizada en anteriores oportunidades.